Perdemos dinero y derechos sociales y políticos. El actual despotismo democrático es una fábrica de caciques. El Estado, las Autonomías y los Ayuntamientos, cada uno en su arrozal, aprovechan las mayorías para hacer lo que a nadie con sentido común se le ocurriría jamás. La señora Aguirre, en Madrid, crea guettos educativos imponiendo no el inglés de Shakespeare, sino el de Mr. Bean, con libros que contienen el 10% de lo que contendrían si estuviesen escritos en castellano. Pronto, Madrid sólo graduará azafatas. En Cataluña se pisotean derechos que nada tienen que ver con las atribuciones democráticas, y en Castilla-La Mancha los mariscales de campo del PSOE instalan, con dinero público, antenas para interferir la señal de Telemadrid en Guadalajara y Toledo, no vaya a ser que las homilías contra Zapatero le quiten votos a Barreda.
Son sólo ejemplos de repúblicas bananeras. Poco a poco, comienzan a aparecer indicios de lo ocurrido en el peor pasado europeo. Esta crisis que tan sesgadamente han inventado los de siempre nos pone en los comienzos de aquella película de Haneke, La cinta blanca. No se trata del origen del nazismo, sino de una nueva represión justificada por la democracia. Los mismos políticos que habían socializado la deuda ahora están convirtiéndose en inquisidores. Basta con mantener la democracia sólo en apariencia. Cualquier tipejo elegido democráticamente impone su voluntad sobre masas condenadas a mirar y resignarse.
ALONSO GUERRERO
http://www.eldigitaldemadrid.es/articulo_c/general/1695/los-nuevos-tiranos
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