La Constitución de 1978 abrió el camino a las comunidades autónomas que ahora conocemos. Sin embargo, la formación de alguna de estas comunidades fue – y lo podemos decir ahora que ha pasado tiempo- casi una improvisación que se produjo al calor de una fiebre parroquial en la que picamos con excesiva ingenuidad y alegría mucha gente de izquierdas. Tenemos que reconocerlo. Como la democracia debe de ser la posibilidad de no dar nunca por cerrado un asunto con tal de que los ciudadanos tengan la última palabra, algunos republicanos, entre los que yo me encuentro, creemos que no estaría mal repensar un poco las cosas y corregir algunos desmanes. Veamos.
¿Qué sentido tiene en convertir Getafe, Leganés, Alcalá de Henares, Fuenlabrada o Móstoles en ciudades de 300 mil habitantes cuando al cruzar Somosierra nos encontramos con una Castilla y León despoblada? Madrid necesita de Castilla y León y esta necesita de Madrid. Y lo mismo cabe decir de Castilla La Mancha. Unir a estas tres comunidades en una sola cuyo nombre no puede ser otro que Castilla –como lo son Aragón o Cataluña- sería hacer justicia a la historia y reconocer de una vez sin complejos que ese es el entronque de Madrid con su pasado, para lo bueno, para lo malo y para lo regular.
Planificar una Comunidad de esta magnitud significaría abrir Madrid a un espacio de expansión natural en el que el suelo, por poner un ejemplo, tendría otro sentido. Sería concebir un espacio del centro peninsular mucho más integrado en lo industrial, las comunicaciones, los servicios, la agricultura, el medio ambiente, el turismo, la educación. Sería abrir un espacio nuevo de repoblación castellana para madrileños que están convirtiendo las regiones limítrofes en patios de recreo veraniegos llenos de adosados en pueblos cuyo centro histórico se está quedando vacío debido a una falta total de planificación, a una disputa entre caciques llamados presidentes de comunidades autónomas que no ven más allá del mapa de su señorío feudal, como si el mundo se fuera encogiendo entre unos límites artificiales inventados hace 30 años para dar café para todos. No hay nada más que ver algunas televisiones locales y autonómicas para comprobar a diario lo más rancio de una historia que se pretende de toda España, que no paran de mirarse el ombligo y hacer de sus tradiciones provincianas un referente cada día más paleto y parroquial como su seña de identidad, perdiendo de vista el horizonte mucho más amplio de su historia, para lo bueno y lo malo, relegando la autocrítica del pasado para terminar enalteciendo a cualquier personaje que pasaba por allí y que en cualquier circunstancia normal estaría en el olvido.
Posiblemente, concebir una comunidad que integrara a estas tres, con un gobierno regional capaz de no perder de vista el juego que podría darse a un espacio tan amplio bien planificado, un espacio que abarcara desde Pancorbo a Despeñaperros o desde los Arribes del Duero a los Montes Universales, sería uno de los aspectos más innovadores, más prometedores y más motivadores, a la vez que desafiantes, para varias generaciones, que transcendería el localismo a que está llevando el actual estado raquítico de las 17 autonomías -17 como podrían ser 18 o 20 si el caciquismo provincial hubiera ido aún más lejos-; comunidades que no terminan de disputarse los criterios de financiación como si fueran reinos medievales empeñados en marcarse diferencias artificiales entre comunidades que no las tienen, como es el caso de las tres que aquí comentamos, acudiendo periódicamente a la Moncloa a mendigar unos milloncejos basados en criterios que terminarán por hacer más monstruosas algunas ciudades y más desérticas algunas provincias de las que aquí comentamos.
Sería hacer viable una televisión pública para 11 millones de habitantes, con la economía más pujante de España; sería romper con el centralismo españolista y nacionalista que se ha ido consolidando en Madrid en los últimos años al calor de una derecha que ha terminado por hacer de la capital de España un referente desintegrador bajo la excusa de un españolismo trasnochado sin asumir para lo bueno y para lo malo que Madrid, antes que nada, fue parte de una región –Castilla, que terminó su andadura precisamente cuando Madrid acaparó el único prestigio que le quedaba a una monarquía absolutista cuyo periplo final ha sido el estado de confusión actual en que ha degenerado una autonomía artificial desgajada de su historia castellana-. Sería recuperar y abrir la mente a espacios más abiertos y a posibilidades menos parroquiales; requeriría unos dirigentes políticos que miraran más allá de sus narices y entroncaría con una historia más universalista que la que hemos visto en los últimos años, quitando poder a dirigentes que han visto en su autonomía casi un feudo, porque, posiblemente, una comunidad tan extensa y pujante como la que se formaría con estas características dejaría abiertas las puertas a comunidades vecinas que posiblemente terminarían por integrarse, como es el caso de La Rioja, Cantabria u otras. Esto racionalizaría un poco el estado actual autonómico y su financiación, supondría más ahorro a los ciudadanos y, sobre todo, daría un carácter más homogéneo a una parte del estado que no tiene ninguna razón en estar bajo tres gobiernos regionales diferentes.
Debatir estas posibilidades entraría de lleno en la viabilidad de un centro peninsular que ahora mismo está totalmente desequilibrado por el mónstruo de población y el modelo de desarrollo que se ha elegido para Madrid. Una región integrada por Castilla y León, Castilla La Mancha y Madrid, sí que haría viable un reparto más racional de recursos, espacios naturales, población, presupuestos, y, sobre todo, reequlibraría ante el resto de las comunidades más punteras como Cataluña y País Vasco los criterios de financiación, pues el dinamismo de Madrid como capital del estado volcaría su actividad en las regiones limítrofes necesitadas de capital humano, sin las disputas entre sus presidentes por ver quien se lleva el gato al agua en cuanto hay una posibilidad de inversión en sus reinos de taifas. La crisis económica también debe servir como elemento dinamizador para ahorrar recursos y presupuestos que se van en gobiernos innecesarios.
http://www.reporterodigital.com/madrid/post.php/2009/01/21/comunidades_autonomas_madrid_pelayo_5556
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